domingo, 12 de febrero de 2017

AEROPOTADA

se trataba 
(idea 
de currantes 
chispeantes) 
de saltar 
4000 metros 
en menos 
de 1 minuto 
y la argentina 
tras el mostrador 
nos informó 
amablemente 
de las opciones 
de registro 
en menos 
de 1 minuto, 
antes 
de dejarnos 
decidir el pastón 
que soltar finalmente. 
habría, diría, 
3 coches más 
en la explanada 
a las 4 
de aquella 
bochornosa 
tarde 
buena 
para volar 
literalmente. 
visualicé  
polvo levantado 
sobre hoyos 
profundos 
con nosotros 
dentro rotos 
si todo fallaba. 

preferentemente 
cero alcohol 
antes del salto, 
dijo sin énfasis 
un monitor bronceado. 

monte, avionetas 
y paracaidistas 
nos distraían 
la vista 
mientras llegábamos 
a 2 horas de retraso 
de nuestra hora prevista. 
disimulábamos 
crispación 
a nervios sumada 
con tal de mantener 
más emoción que jiñe 
cuando nos dijeron 
os toca ya. 
tras el amarre y 
la información 
para una caída segura, 
llegaron 
fotos y grabaciones 
nítidas y únicas 
y bromas malas. 

ocupamos la avioneta, 
nos elevamos y 
la presión 
fue comiéndonos. 

contemplando 
carreteras, cochecitos, 
valles y nubes 
sudábamos y 
esperábamos 
que alguien 
abriera 
la portezuela. 

sucedió. 
me arrimé 
al borde, 
noté azotes 
del viento 
y salté 
sin escuchar 
gritar vamos 
a mi monitor. 
en los siguientes 
20-30 segundos 
caí 
brutal 
y brevemente 
por primera vez 
en mi mundo 
llegando al mundo. 
lo siguiente, 
lógicamente, 
(ya sin presión 
ni evasión 
ni palabras) 
fue poner 
en el hombro de mi monitor 
el revoltijo de mi estómago. 


19 
de enero 
de 2016, 
dsbrdr. 


(incluido originalmente 
en LO NORMAL SALE SANGRANTE, 
autoeditado en septiembre de 2016)