había pillado
la aguja pelusilla
durante la tercera
canción del disco,
festiva, con gancho, redonda.
sonó la cuarta
(Watching Alice)
y él puso dedos de ambas manos
entre lamas y una viga
(los pulgares no)
y la mitad delantera
de ambos pies
sobre tejas del vierteaguas.
la perspectiva
que ganó peligrando
ante la barandilla
del balconcillo
del cuarto piso, escuchando
esa cuarta canción,
cupo en temblores,
temores y hedores,
muy suyos todos.
lloriqueó sordamente
doblegando su columna, quieto
entre las lamas y el vierteaguas.
por la calle pasaba
gente sin tiempo
para recomendarle no tirarse.
se secó los mofletes.
"menudo aprendiz de suicida", pensó.
pese a la pelusilla sonaba
limpia la voz de Nick Cave,
la armónica, el bajo, todo.
volvió al comedor
y cuidadosamente la quitó
de la aguja pero no del vinilo.
"una actitud chorra,
de debilucho,
¿eso soy?", eso pensó.
se remangó una manga.
se acarició el cuello.
miró las venas verdosas
de su muñeca derecha.
miró el abrecartas gris
en medio de la mesa negra
rectangular, llamativo.
volvió a poner Watching Alice.
volvió a llegarle el piano.
"¿este reposo
endurece mi ternura o
enternece mi dureza?",
se preguntó.
se lió un cigarrito fino
sin filtro.
se lo fumó de pie, fijándose
en grietas en la fachada
de un joven edificio gris.
se acercó al tocadiscos
con el abrecartas en una mano
y una colilla en la otra.
eran las 16,03 de un miércoles
suspendiéndose por sus venas.
16
de marzo
de 2016,
dsbrdr.
(originalmente incluido
en LO NORMAL SALE SANGRANTE,
autoeditado en septiembre de 2016)