domingo, 11 de marzo de 2018

INTENTÁNDOLO

sigo aún anonadado
cautivo a las 3 a. m.,
aún sin acertar del todo
a digerir, 
a roer, 
a esnifar
por qué es 
tan fácil, 
fácil, 
fácil
que me alcancen, 
que me aplaudan,
que se tronchen de mí 
una y otra y otra vez:

la pena, 
arrepentimientos, 
melancolía casera,
incomprensión de serie, 
resignación escandalosa,
y cada uno de sus primos, 
yernos,
tatarabuelos, 
suegras y demás
corresponsables
de mis noches
semejantes
al recreo
de la paz.

hace apenas 
30 horas repasaba
algunas comas olvidadas
en 17" follaojos
y sus pasos 
acercándose 
eran mi música.

abrió la puerta, 
se sentó 
y sucedió:
preguntó.

le hablé 
sobre mis ideales 
al escribir,
le advertí 
que mi mente 
no era para ella,
le sugerí que abandonara
en su intento tardío 
por entenderme.
insistió. 
desistí.
mis argumentos 
sólo sirvieron 
para cagarla.
abrí la caja 
de zapatos 
y le di una copia.
lo hojeó, 
inexpresiva.
me largué,
arrepentido 
casi al instante 
del suceso.
curré. 
volví. 
allí estaba, 
gordita,
encorvada, 
entretenida,
sentada al borde 
del sofá negro 
de piel,
con sus gafas 
y atención 
depositada
en los cagarros 
de mis noches cerveceras,
con cada hoja bastarda mía
presionada por sus yemas.

me puse a mojar pan 
en el tomate en salsa
y a pinchar y 
degustar albóndigas.
la miré. 
estaba muy metida 
(o eso pensé).
"¿qué?", le solté. 
no contestó.
"¿te caigo peor 
tras leer esto?", 
volví a soltar.
lo acabó y respondió. 
"ni mejor ni peor".
me dolió, lo noté.
le recalqué mi arrepentimiento
por dejarle leerme 
y entonces
me llamó tarao.
recuperé el librito
y la mandé a dorar chinches.

casi 30 años nos separan.

no puedo pedir nada más.

hace casi 30 que me creó.


29 
de julio 
de 2011, 
dsbrdr. 


(originalmente incluido 
en CONTRA LOS CUERDOS, 
autoeditado en diciembre de 2012)